martes, 7 de julio de 2009

Boceto

Estoy sumergido en la oscuridad, el viento me azota febril... y allí está él.
Aunque no puedo ver su rostro claramente, su atuendo anacrónico y marchito lo hace inconfundible. Es él, sobre ese mutilado escenario, despojado ya de toda decoración, haciendo sonar con infinito talento una tísica guitarra.

En el mismo instante en que incontables gotas apuñalan el suelo borran de su rostro la silueta de una lágrima.

Mi mente deja de divagar, y me doy cuenta... Ha empezado a llover y todavía me encuentro aquí, erguido contra la pared de un callejón. Continúo mirando hacia abajo, al charco que se acrecienta lentamente, donde se desdibuja ahora el reflejo de mi corazón.
La melancolía que me inunda desaparece poco a poco. Hoy me enfrento cara a cara a mis temores. Esta noche, al fin, reconozco el perfume del dolor.

La tristeza de mi semblante es reemplazada por una irónica sonrisa. La guitarra ha dejado de sonar...