martes, 12 de enero de 2010

Ulises

Tras tantos años sumido en batalla
renovado, el viento, transporta mi voz,
y olvido a la muerte alzando su hoz
en verdes prados clavada mi espada.

Ya limpio de sangre extiendo los brazos
desbordado de júbilo en mi festejo,
pues ha anunciado el alba: regreso
dejando al salvaje sueltos los lazos.

En el horizonte me pierdo ufano
de gozar vida plena de resurrección,
suscitando aún en la imaginación
a quien fiel amada espera mi mano.

Lunas y soles andando atravieso,
valles, montañas, tempestades, dulzuras,
rugidos, silencios, clamores, bravuras,
lo fútil, hermoso, impío e inmenso.

Paso lento me conduce a mi destino
que aciago, tras la vertiente, espera
pues al cruzar hallaré a mi aldea
esperando terminar el desatino.

Veo las calles teñidas de mi tierra
por el ocaso que me acoge en paz.
Su cruento color y un silencio voraz
acusan que no ha terminado la guerra.

A mi lecho me persiguen la distancia,
la muerte, el miedo, el dolor, el exilio,
y entre mis manos estalla el idilio
al ver a mi amor perder su prestancia.

¿Por qué tu mano en las noches deshace
aquello que empeño del día tejiera?
Penélope, tuyo mi amor, no quieras
parecerte temerosa a Scheherezade.