sábado, 29 de mayo de 2010

Nostalgia

Puedo sentir las nubes ennegrecidas, la quietud tensando el ambiente. El aire toma un denso aroma.
Resulta difícil creer el giro de la noche.
Al fin, un rayo explota en un estruendo mudo, desatando lo inevitable: la primer lágrima es la más difícil de soltar.

martes, 18 de mayo de 2010

Etimología

A *Lin, hermana de la vida.

Ni griego
ni latín,
siquiera antiguo,
tienen todas las palabras
su origen en una lengua,
una única lengua,
y que es la tuya;
y nacen en el tiempo
en que de tus labios caen
cargando todo el peso
de la historia sobre sí
(de la historia futura,
aún en sombras)
hasta que algún dios,
altivo y lejano,
- o alguien jugando a serlo -
piense que ha creado la luz
dando lugar a la vida
ya muerta de este segundo,
sin título
y sin laureles,
que fue
inconteniblemente nuestro
y ya.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Desnuda

Detenga allí sus pasos, señorita.
Lleva usted algo que me pertenece,
no piense que no la he visto.

Largo tiempo la he buscado,
sin mi reflejo y sin mi sombra,
pensando que era usted quien me faltaba.

Y aunque le parezca iluso e irrisorio
no se atreva - por favor - a moverse,
que me tiene a mí entre sus manos.

Sepa que yo, sin un yo, ya no soy nada.
Ni los días lo son, ni las horas ni segundos
ni colores ni aromas ni susurros.

Deje el periplo de la huida, lo encarezco;
le suplico, le amenazo, le prohibo.
Traiga hasta mí aquellos, mis pasos.

Pero, ¿por qué llora, señorita? ¿Es acaso...?
Está bien. Sepa que no la he visto.
No piense que yo, sin un yo, ya no soy nada.

Sonría y al caminar no vuelva su cabeza,
le suplico, le amenazo, le prohibo.
Mas, sea amable: mándeme mis saludos. Adiós.

jueves, 6 de mayo de 2010

Falta de juicio

Tempranamente llegaste.
Venías a llevarme.
Quise entonces decirte tantas cosas,
tantas preguntas tuve para hacerte.
¿Qué debo hacer yo allí?
¿Cómo es que sabes que hoy no es pronto?
¿Dónde quedarán los sueños?
¿Cuándo supiste que sería el próximo?
¿Por qué no puedes darme un minuto más?
Pero antes de que pudiera decir algo,
antes de que mi voz pudiera
quebrar una lágrima en el aire,
tu mano de huesos se posó en mi hombro
de forma sencilla,
la tibieza de un gesto fraterno.
"Es tiempo", rezó un áspero susurro
y aquella verdad limpió el hielo.

Tú también sentías miedo.
Me contaste los bagajes del oficio
y su soledad penosa,
los romances con la luna,
de tus viajes por el mundo,
por qué brillan las estrellas...
hasta que lentamente me fui quedando dormido.
A la mañana siguiente desperté.
Tenía el alma seca y una sonrisa.
Quién sabe por qué,
presiento que aún no te habías ido de mi lado.
Cuando vuelvas de visita
he de regresarte la sonrisa que olvidaste
(que hermanamente compartiste por no poder llevarla)
y tú me dirás, como antes y entre copas,
por qué no supiste hacerlo,
pues no es común hallarse donde no se busca...