jueves, 9 de septiembre de 2010

Flagrante

No me tiendas tu mano
pródiga de regalos
si mi amor te conmueve.
Vendrá la lluvia de abril
a lavar la sangre de los adoquines
y en ella se habrá ido mi verdad,
mi voz de pueblo.
Guarda el odio
lanzado al mar
por el barranco de mis ojos.
Construye un ápice a la memoria
para encontrarnos allí,
cuando la vida se nos preste sempiterna,
sin poder tocarla,
tristemente.
Pero si se nos diera el fin
en alimentar la tierra
y nada más,
sabe que te estoy buscando,
hoy, no sé mañana.