martes, 16 de noviembre de 2010

Amor y hoguera

Como arrojan las notas las cuerdas
de una guitarra entre las sombras,
fueron las trémulas fibras de la carne
vertiendo a lágrimas los cuerpos.
Y nos vestimos de noche y luna,
de fiebre y nada más.
Sobre el oro blanco que es tu espalda
dibujaron las espinas de mis manos
y temimos por la vida en los suspiros.
Y temía la muerte en los relojes
si nos veía bailar como la llama
que sobre una vela descansa.
Efigie de lo eterno, allí en tu gruta
me diste a beber alguna estrella,
manantial mismo de las almas.
Pétreo el mundo en el contorno de tus manos;
el fruto de tus labios, mi alimento.
Arrancamos los sonidos al silencio
para caer como madera desgarrada
entre el deseo que con garbo derramamos,
cuando a sed y sal volvimos exhaustos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Romancillo de una infancia libre

Un colectivo atraviesa la calle
salpicando de barro las aceras
y quedan los años de mi infancia
colgados en la ventana abierta,
acercando viejos tiempos,
recuerdos de vida plena,
cuando soñar alcanzaba
para que se hicieran ciertas
las cosas que yo deseaba,
cariño en manos sinceras.
¿Qué fue de aquella sonrisa,
de ese niño que yo era
abrazando los detalles
de los días, de mi tierra
enana, los ojos de mi gente
que no eran de llanto ni pena?
¿Qué ha pasado con el mundo?
Ya no es mi alma serena
desde que tanto me duele
amarlo como lo hiciera.
No quiero al cielo sin aire
y sin pasos a la huella.
Tantas luces, humo, fiebre,
sabores, piel, piedras.
No quiero nada de nada.
Ya no es mi alma serena
desde que tanto me duele
el camino sin la belleza,
mi pueblo sin su esperanza,
la vida tras la frontera.