lunes, 6 de agosto de 2012
Por retener la vida en mí - intento vano
de quebrar esta quietud y sus albores -
así dure un segundo y sólo uno,
sesgaría el gesto diáfano en mis manos
prestando a la muerte sus labores.
Osaría hacer del aire algún suspiro,
el halo último en que halle el movimiento;
y en un pacto con la vil cosechadora
robaría para mi cualquier respiro,
haría un raro aliento, mi aliento.
Pues es mi vida más muerte que la muerte;
me torna ajeno ante los pies que me levantan.
Y a tal intenta mi latir la inexistencia
que hasta el dolor, por no dejarme ser, no duele;
que aquella luz, por ignorarme, no me alcanza.
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