Dulce semilla de mi sangre
perdona mi traición y mi conciencia,
pues verás al llegar que este mundo
ha dejado una venda y un piolet
para ti, junto a tu cuna acomodados.
Te llamará a clamar victoria en lo más alto
con tus ojos cubiertos y obstinado,
inmaculado de dolor y muerte,
ignoto de los rostros que has pisado
en el trabajoso camino y su escarpada.
Mas no reniegues del mundo y sus regalos:
que te sirva su piolet para el descenso
a las entrañas mismas de la tierra
donde habrás de sanar con esa venda
la hemorragia de la vida que agoniza.
Abrirás nuevo camino a la esperanza,
haciendo en la experiencia la enseñanza
de que no siempre crece aquel que sube
ni progresa quien más tiene
y no ama el que regala.