Me dirás que el amor
no es
una batalla
y yo me empeñaré
por convencerte
y diré incluso
que el amor es
a veces
una guerra
una guerra simple
donde no hay vencedores
ni vencidos
y una guerra extraña
en la que ambos disparamos
por lo mismo.
Hecha la declaración
y el casco puesto
nos hicimos de táctica
y estrategia
para que ya nunca
nada quede quieto.
Mostramos nuestras mejores armas
ufanos de guardarnos
la carta para el triunfo
y evitar de este modo
y por si acaso
un Hiroshima.
Después de todo
habremos de morir
en muchas formas
pero tenemos nuestro
código de guerra:
tú no tocas
la cruz roja de mis miedos
y yo no cruzaré
de tu confianza la frontera
para que esta guerra
de amor
siga siendo siempre guerra
aunque lloremos divididos
pero juntos
los decesos
u obliguemos a volver a nuestras tropas
con bandera blanca en alto
y aún en el peor cruce de balas
dejemos el fusil
junto a la cama
y te invite a dormir en mi trinchera.
Guardemos la ración para el invierno
que no podremos darnos por vencidos
y olvidar por un segundo
así sea verdaderamente uno
que estamos combatiendo
por nosotros
equivale a firmar la rendición.
Sabes que esta guerra
no admite enemigos
y soltar la artillería pesada
de mis versos
o padecer que ejecutes con prestancia
asaltos furtivos a mi memoria
nos ordena al mismo bando
donde marchamos codo a codo
aunque marchar
parezca un poco algún paseo
y codo a codo
signifique en un abrazo.