lunes, 1 de octubre de 2012
Libertad
¡Ay de ti, pequeña rosa, que la esperas!
¿Podrás, acaso, liberarte del orgullo
y reconocerte tan endeble, tan capullo?
¡Si es ella toda la primavera!
¡Crecerían tus espinas, si la vieras!
Tu perfume es la sombra de sus pasos,
tu suavidad, el menor de sus abrazos,
tu dulzura, la peor de sus maneras.
¡Ay de ti, pequeña rosa, si entendieras!
Es ella luna, sol, viento y rocío.
Es todo cuanto es y cuanto ha sido,
lo que tú conocerás y conocieras.
¡Devolverte hacia la tierra ya quisieras!
Podrá ser un tímido rubor aquel carmín
si ves mil rosas más en un jardín
e imaginas lo que ella esconde fuera.
¡Ay de ti, pequeña rosa, y de tus penas!
Si a tomarte por el tallo hoy he venido
y me retiro, por tu espina, malherido,
no ha sido por cortarte, aunque no creas.
¡Ay de ti, pequeña rosa, si supieras!
He sido yo quién dio la lanza a mi costado
por regalarte tu color con mi sangrado
y rogar, pequeña rosa, que no mueras.