¿Un sueño? ¡Pero qué cosas dices!
¡Oye! Baja la voz. No querrás que te escuchen.
¿Es que acaso no comprendes?
Tú no puedes estar cansado.
Ya habían puesto tu nombre junto a aquella cruz
donde pintaste tu huella.
Ahora, todo está escrito. Acostúmbrate,
pues nada podrás cambiar.
Los suelos han de pintarse con tu sudor
y tu sangre, sólo así serás libre.
Pero témele a la muerte;
dicen que existen guillotinas
para quienes osan romper el contrato
en que acordaste empeñar tu esfuerzo
a costa de lo que fuera sucediera.
Es el precio de entrada al Edén.
Todo podrás tenerlo,
siempre que te mantengas en silencio
y no te salgas de la fila.
Extracto de las "Fábulas de la rutina contemporánea", precisamente de aquella titulada "La divinidad comediante", sobre las respuestas que diera una vieja mula a las querellas de un asno joven durante el siglo XVII, mientras descendían cargados con plata de la mina del Cerro Rico hacia la Villa Imperial de Potosí, que pudieron ser anotadas por un tercer animal a pesar del silencio de los hombres.