Maldigo a la memoria
y a su cómplice distancia
que en el filo de un momento
rasgan la piel de mi espalda.
¡Ah! Acerada gillete del recuerdo
que te acuestas despacio en mi almohada
usando de escudo lo dulce y sublime
para que mis manos no apaguen tu llama.
Te acercas urgente, lasciva, macabra,
sofocando de a poco los gritos
que pidiendo olvido mi pecho levanta
ahogas mi sangre, me piensas sin alma
y luego me salvas, te alejas despacio,
me reservas inmóvil, me quieres en calma.