domingo, 19 de enero de 2014

Los codos sobre la mesa

Sobre la mesa sólo pude poner los codos
y sobre las manos, el rostro, para pensar
la ciudad que ya se va a dormir
y habrá quienes salgan a joder
pero la pucha, que las penas no tienen sueño
y encima hoy, que por no tener
no tengo ni lágrimas que llorar,
y mañana otra vez al ruedo
a contarles que todavía sirvo pero
cómo para que no lo corran a uno
como a un mendigo
si cada vez más desprolijo y estropeado
y cada vez más temprano
como si fuese un mendigo
pero es que no quiero
que me vean así los gurises
y encima hoy, que por no tener
no tengo ni lágrimas que llorar
y tampoco a vos te tengo
pero no te culpo, ¿sabés?
porque la mano venía jodida
y sólo quisiste escaparle al hambre
que a veces ni se aguanta
los gurises de tan buenos ni se quejan
pero están tan flaquitos
cada vez me parece verlos más chiquitos
el más grande ya tiene cuatro
y aunque nunca me pregunta
se le nota en los ojos que se acuerda de vos
casi tanto como yo
si ya me da verguenza
pedirle a la vecina que me los cuide un rato
y el más chiquito que le dice mamá
ya me da varguenza
y yo que le digo que a la tarde vuelvo con el pan
y nunca alcanza para todos
pero deje, vecina, que coman los chicos
y dejese un poquito usté
que estos sí que dan trabajo y anduvo todo el día
yo me voy, vea como pasa el tiempo
que ya se hizo de noche
hay que acostar a los chicos
otra vez el viento, qué desastre,
y poner en la mesa los codos
y pensar
y pensar