domingo, 31 de mayo de 2009

Tregua

Pretensiones de claveles
nunca podrán ser borradas
por la sangre en las espadas
que acorralan las paredes;

ni oro negro ni metales
(titánicos mausoleos)
empañarán los deseos,
sonrisas, manos o madres.

Por eso, este verso, recua
del dictado de los tiempos
que ha dejado sin aliento

a los pueblos, a los mundos,
obliga un cambio de rumbo
y esgrime, a los dioses, esta tregua.

domingo, 24 de mayo de 2009

Sentencia II

Es extraño conocer el desenlace.
Miles de manos se tendieron con desprecio arrojando monedas en el correr de sus días. Con fingidas pretenciones sonrieron, creyendo ser hombros. Pero nadie preguntó su nombre. Su dolor y su futuro permanecieron desconocidos. Incluso estas letras no se animan a nombrarlo, conservando el anonimato de los que no entienden de ambiciones y ya no tienen esperanzas.

sábado, 23 de mayo de 2009

Lluvia

Hoy el cielo aplasta el horizonte empañando los cristales. Las lágrimas de la ciudad se confunden con las mías y no encuentro en las calles el rumbo que calme mi sed.
Desvaríos de asfalto disuaden las nubes que transporto. Puedo fundirme con el aire y ya no preciso caminar. Así sensibilizo mis sentidos y respiro el mundo en cada latido. Humedad, grises, smog. Algunas caras, una mirada y un vago olor a cigarrillo.
Pero despierto. Vuelvo a entrar por la ventana y acepto el mate que me ofrecen unas manos amigas. Y seguimos hablando, sin que nadie perciba que estuve fuera algunos minutos. Quizas ellos también lo estuvieron.

viernes, 22 de mayo de 2009

Cinco siglos igual

En esta misma fecha, en 1542, el rey Carlos I de España ordenaba que "se mande remediar las crueldades que se cometen en las Indias".
A libre interpretación... (se aceptan comentarios)

jueves, 21 de mayo de 2009

Sentencia

Sus ojos brillaron, profundos, con un ahogado grito de auxilio. Creo que conocía su condena, y sabía que no iban a absolverlo. Tan sólo por eso no dejó salir su grito.
Estaba condenado por la tierra en la que había nacido. Su sangre estaba manchada y debería transitar siempre como un fantasma.
La sentencia de un país ausente dictaba abandono. La sentencia de sus pares dictaba indiferencia. La sentencia de su prójimo dictaba olvido. La sentencia de su familia... ¡quién sabe lo que fuese de su familia!. Quizás corrían su misma suerte.
Y jamás sería sometido a juicio. No contaba con defensa, tribunal ni nada. Sólo con miles de ojos de juez cayendo sobre sus espaldas, inculcando culpas que él siquiera imaginaba.
A pesar de todo decidió seguir por su camino. Con sus pobres cinco años pedía monedas en la puerta de una iglesia.

Título

Una palabra. Un gesto. Un temblor rompiendo el silencio. La apertura de una soledad. Una vibración capaz de cambiar el mundo; capaz de destruirlo y recrearlo tan sólo un segundo después.
Pero nada de eso sucede y esto es tan sólo el réquiem de un título que pretende ocultar su fracaso.